El nueve de agosto de 2019 rendimos un homenaje al compositor Miguel López Sebastián en el 350 aniversario de su nacimiento. Tan respetado en su tiempo, como olvidado en el pueblo que le vio nacer -no así en Montserrat, donde ostentó el cargo de maestro de capilla-.
Nacido en 1669, bautizado como Pablo, marchó de Villarroya a la abadía de Montserrat como escolano y profesó como monje benedictino tomando el nombre de Miguel.
Como nos dice el monje Ireneu Segarra en el volumen VI de "Mestres de l'Escolania de Montserrat" dedicado a Miguel López: A los 17 años está en el monasterio de S. Martín, de Madrid, allí pasó formándose siete años donde mantuvo relaciones con los maestros de la Capilla Real y el monasterio de las Descalzas Reales. En S. Martín ya ejercía de organista y las tres primeras composiciones que se conservan son de 1696, todavía con gran influencia de la música del s. XVII.
El padre Noviala escribió de él: "El P. Fr. Miguel López pasó la teología en Salamanca y salió muy buen estudiante..." "Fue muy aplicado a los libros y tuvo grande inteligencia de ellos".
A partir de 1697 comienzan a multiplicarse las obras compuestas por él, 35 datadas en Montserrat hasta 1703. En sus dos etapas en Montserrat como maestro en la Escolanía y Capilla, Miguel López López contó con buenos colaboradores, como Juan Rocabert, también organista y compositor, mencionado en la Historia de Montserrat como uno de los ocho mejores músicos del monasterio del siglo XVII.
Desde 1705 y hasta 1712 ejerció el cargo de organista en el monasterio de S. Benito de Valladolid, donde sigue componiendo.
Pasó por S. Juan de la Peña y en 1722 fue nombrado procurador de la Casa de Montserrat en Alcañiz, cargo que ejerció hasta su muerte, ocurrida en 1723 con 54 años.
La mayoría de las obras, tanto vocales como organísticas, del P. Miguel López fueron escritas para ser cantadas o ejecutadas en Montserrat, en actos litúrgicos o
extralitúrgicos. De las 81 piezas datadas, 51 lo son en Montserrat. Una cuarta parte de las obras del P. López fueron escritas fuera de Montserrat, en los diferentes monasterios dependientes de
la Congregación de Valladolid, como lo era en aquellos días el mismo monasterio de Montserrat.
El espíritu creador de Miguel López no le abandonará ni un momento, a tenor de la lista de obras datadas en todos los lugares donde habitaba algún tiempo. Escribía algunas para el lugar donde se encuentra, como lo expresa, por ejemplo, en la misma dedicatoria: "Para la villa de Ayerbe", "Para las monjas de Jaca", etc. Otras, las compone a propósito para el mismo cantor que las iba a ejecutar, como la cantata que escribe en Zaragoza, donde se encuentra su sobrina: "Para mi sobrina Ana Arias y la Torre".
La época que vivió el P. Miguel López marca, como es natural, el carácter de su música. La nueva aportación del P. López a la evolución de la escuela musical montserratina es la introducción de la orquesta como parte integrante de la misma obra. Hasta entonces la polifonía se acompañaba de órgano o arpa. La importancia que el P. López da a la orquesta se ve en el número de piezas vocales, casi la mitad, en que intervienen los instrumentos de diferentes maneras y con combinaciones muy originales. Todas las piezas están escritas con acompañamiento. La intervención de la orquesta no se limita, como en otros autores precedentes, a doblar las voces, sino que le atribuye unas funciones propias y bien caracterizadas.
Como excelente contrapuntista y compositor, el P. Miguel López escribe sus composiciones guardando un extraordinario equilibrio entre los diferentes grupos vocales e instrumentales. La variedad, riqueza, elegancia y sobriedad que surgen de su escritura se deben a este equilibrio que nunca falta.
El P. Miguel López trata la orquesta, generalmente, como otro coro. Si está formada por la cuerda, el viento, o simultáneamente, cada agrupación de estas forma otro coro con los diferentes grupos vocales. La parte de intervención de la orquesta en las obras vocales, además de enriquecer y resaltar la expresión de las voces que cantan el texto, les da más interés en las breves introducciones, interludios o finales que le encomienda a ella sola. Raramente trata los instrumentos independientemente entre ellos, como lo hará más tarde la escuela italiana. Si bien a menudo se sirve de un instrumento en toda la pieza a modo de solista concertante.
El sistema de composición no es el de desarrollo de un tema propuesto, sino que los diversos fragmentos o frases que forman la composición van encadenándose una tras otras con la máxima naturalidad, siguiendo los recursos contrapuntísticos. Incluso cuando en las obras litúrgicas toma el tema que le ofrece la misma pieza del canto llano, se sirve de ella como un punto de referencia o como un simple recuerdo a través de toda la obra. Ese tema lo deja notar en diferentes voces o solo al solista.
Más que nadie en la Escolanía, el P. Miguel López se sirve de los temas gregorianos. El sistema de salmeo que sigue es el de la época: la capella, cuando interviene, asume la parte principal, y alterna con el canto llano de los monjes, seguido de un versículo de órgano. El órgano acompaña nota contra nota el recitado lento del canto llano con armonía sobria y llena, con el ritmo básico que después seguirá la capella.
En cambio, la composición de las obras que no llevan el texto litúrgico, escritas en castellano y una Opera en latín, es concebida con más libertad; el compositor se deja llevar por la inspiración que le proporciona el mismo texto que, en su caso, no llegan a ser temas profanos, como era común en la época. Estas piezas, que llamamos villancicos, a pesar de que López no les da ese nombre, constituyen la mitad de toda su obra. Aunque muchos de estos villancicos guardan la forma musical típica de este género, muchos otros, en cambio, están tan elaborados, en particular referente al estribillo, que no se pueden considerar como villancicos en la forma original. En estos casos, el mismo compositor advierte que las estrofas se deben cantar seguidas, porque ellas solas ya forman un conjunto. Con esta nueva forma elaborada de villancico se da un paso hacia lo que será en breve la cantata, formada de coros y arias.
Sus composiciones para órgano son la más destacadas y dice F. Pedrell de Miguel López: "ocupan la parte más interesante, quizás, de la colección, porque demuestran un organista excepcional".
En nuestro ánimo está el conservar la memoria de este gran compositor y esperamos que las instituciones aragonesas acaben mostrando alguna sensibilidad hacia este ilustre personaje para que sea conocido por todos y así poder estar orgullosos de este villarroyense.